miércoles, 1 de septiembre de 2010

Original Soundtrack (Life’s OST)

Cuando vemos una película lo primero que se nos presenta es la imagen; la correcta mezcla de colores, rostros, locaciones y miradas. Lo siguiente es la historia; la trama bien desenvuelta de una historia “ojalá” nunca antes contada con palabras tan perfectas. Y, finalmente, los sonidos. La música que por siempre asociaremos a esa película y nos hará conectarnos con ella en los momentos más inesperados de nuestra vida.

La banda sonora de una película suele ser un plus muy importante al instante de internarse en la memoria colectiva. Una canción bien elegida puede eternizar un filme como también puede convertirlo en otra película “alguna vez vista”. Ahora, claro que este es sólo un plus, algo que convierte al filme en un recuerdo sonoro, además de visual. Pero de la misma forma que es un plus usado para el bien, en el tiempo, Hollywood, ha sabido usarlo para hacer el mal.

Hay grandes películas que se han instalado en nuestra memoria gracias a este recurso sonoro. Está, por ejemplo, “Eterno resplandor de una mente sin recuerdos” con la sencilla y cautivadora canción interpretada por Beck: “Everybody’s got to learn sometime”.

Este tema simplemente te envuelve después del shock emocional que te produce la película protagonizada por Jim Carrey y Kate Winslet. Y así, hay tantos otros ejemplos de películas eternizadas musicalmente: “Ghost” o “City of angels”.

Sin embargo, todo súper-poder puede ser mal empleado. A lo largo de la evolución cinematográfica se descubrió el impacto de la correcta conexión sonora entre imagen y espectador. Hollywood aprendió a disfrazar pésimas películas de potenciales grandes recuerdos colectivos, a través de la correcta banda sonora.

No puedo decir que odie películas como Flashdance. Admito que es un filme de culto, pero, ¡por favor!, no es una joya del cine. Y si no fuera por “What a feeling” integrada en el momento clímax de la cinta, quizás ni siquiera sabríamos que alguna vez existió una joven chica soldadora que amaba la danza.

Otro ejemplo más claro de este abuso de súper-poderes es Disney. Cada película de Disney se constituye por dos grandes elementos: un cuento de la literatura clásica deformado y una canción cautivadora interpretada por algún famoso artista en busca de un hit. Nuestra mente y la memoria colectiva están llenas de información musical puesta ahí a propósito para darle forma. A través de esta conexión sonora entre realidad e idealidad es que hemos formado nuestra concepción del romance y la pasión.

Disney, sin duda, no “Sueña” con “Un mundo ideal”, sino que lo construye a su antojo. Hollywood también genera productos ideales que envía a la realidad para alterarla. Y la misma lucha entre realidad e idealidad que se ha hecho manifiesta en todas las ramas de las artes visuales y, ahora, en el cine, se hace manifiesta en nuestras propias mentes mediante el recurso sonoro de “Original Sound Track”.

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