lunes, 27 de septiembre de 2010

¿Hecho real o ardid publicitario?


Contactos del cuarto tipo… comentario sólo apto post película

Desde Chile a Alaska existen suficientes kilómetros de distancia como para que la duda razonable se convierta en una pequeña preocupación que estimule el crecimiento de una curiosidad obsesiva.

“Contactos del cuarto tipo” o “The fourth kind” es un filme que combina el thriller y la ciencia ficción con la forma de una adaptación cinematográfica de una historia real documentada.

En principio, el montaje de las imágenes confunde al espectador, el formato visual de las escenas emula la simultaneidad de hechos que se presencia en los capítulos de la serie 24. Pero luego, a medida que avanza la presentación de la trama, el espectador descubre que no se trata de una simultaneidad de acontecimientos, sino que de una contraposición de imágenes del mismo hecho. Por un lado, está la Dra. Abby Tyler, quien es la supuesta protagonista original de la historia en la vida real. Por el otro, Milla Jovovich, interpretando a la Dra. Abby Tyler en la recreación cinematográfica de la historia. Tal contraposición, primero, induce al espectador a cuestionarse si está frente a dos ficciones (algo innecesario en cine) o frente a la realidad versus la ficción (hecho que lo obliga a creer en aquello que se le presenta)

Hasta aquí es una propuesta interesante. La historia y la forma en que se presenta atrapan fácilmente a quienes creen en seres extraterrestres y le dan cabida a hechos paranormales. La duda que secretamente muchos guardan se alimenta de este tipo de ficciones y dirige la atención de la audiencia a la pantalla de principio a fin. El problema o crítica que se genera en torno de este filme en particular, que definitivamente tiene relación con el intento de engaño publicitario que realizó “Paranormal activity” en menor grado, es que juega con la fe del espectador y le vende por realidad una ficción camuflada con verosimilitudes para engañar descaradamente al público.

No sólo emplean la contraposición de imágenes para hacer pensar que la cinta guarda algo de verdad en ella, sino que al final del filme quiebran el suspenso de lo incierto de la ficción y la plantean abiertamente como realidad. Los productores se mofan abiertamente de la fe de quienes quieren creer. Publican los datos del actual paradero de la Dra. Y de su familia como si fueran personas reales. Pues no, no lo son.

Toda la trama es un vil ardid publicitario que juega con la credibilidad y abusa de los crédulos espectadores. La persona que aparenta ser la original Dra. Tyler es una actriz con ficha en IMDB (la Biblia) y el caso jamás existió, no existe registro alguno en Nome, Alaska, de tales incidentes. Todo lo que afirmo es corroborable vía Internet. Lo único que puedo decir a favor de los nuevos mentirosos de Hollywood, y los cito a ellos mismos, creer es decisión nuestra.

¿Qué tan crédulos somos? Díganmelo quienes aún teman por las noches ver un búho blanco y quieran viajar a Alaska para mirar el cielo.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Original Soundtrack (Life’s OST)

Cuando vemos una película lo primero que se nos presenta es la imagen; la correcta mezcla de colores, rostros, locaciones y miradas. Lo siguiente es la historia; la trama bien desenvuelta de una historia “ojalá” nunca antes contada con palabras tan perfectas. Y, finalmente, los sonidos. La música que por siempre asociaremos a esa película y nos hará conectarnos con ella en los momentos más inesperados de nuestra vida.

La banda sonora de una película suele ser un plus muy importante al instante de internarse en la memoria colectiva. Una canción bien elegida puede eternizar un filme como también puede convertirlo en otra película “alguna vez vista”. Ahora, claro que este es sólo un plus, algo que convierte al filme en un recuerdo sonoro, además de visual. Pero de la misma forma que es un plus usado para el bien, en el tiempo, Hollywood, ha sabido usarlo para hacer el mal.

Hay grandes películas que se han instalado en nuestra memoria gracias a este recurso sonoro. Está, por ejemplo, “Eterno resplandor de una mente sin recuerdos” con la sencilla y cautivadora canción interpretada por Beck: “Everybody’s got to learn sometime”.

Este tema simplemente te envuelve después del shock emocional que te produce la película protagonizada por Jim Carrey y Kate Winslet. Y así, hay tantos otros ejemplos de películas eternizadas musicalmente: “Ghost” o “City of angels”.

Sin embargo, todo súper-poder puede ser mal empleado. A lo largo de la evolución cinematográfica se descubrió el impacto de la correcta conexión sonora entre imagen y espectador. Hollywood aprendió a disfrazar pésimas películas de potenciales grandes recuerdos colectivos, a través de la correcta banda sonora.

No puedo decir que odie películas como Flashdance. Admito que es un filme de culto, pero, ¡por favor!, no es una joya del cine. Y si no fuera por “What a feeling” integrada en el momento clímax de la cinta, quizás ni siquiera sabríamos que alguna vez existió una joven chica soldadora que amaba la danza.

Otro ejemplo más claro de este abuso de súper-poderes es Disney. Cada película de Disney se constituye por dos grandes elementos: un cuento de la literatura clásica deformado y una canción cautivadora interpretada por algún famoso artista en busca de un hit. Nuestra mente y la memoria colectiva están llenas de información musical puesta ahí a propósito para darle forma. A través de esta conexión sonora entre realidad e idealidad es que hemos formado nuestra concepción del romance y la pasión.

Disney, sin duda, no “Sueña” con “Un mundo ideal”, sino que lo construye a su antojo. Hollywood también genera productos ideales que envía a la realidad para alterarla. Y la misma lucha entre realidad e idealidad que se ha hecho manifiesta en todas las ramas de las artes visuales y, ahora, en el cine, se hace manifiesta en nuestras propias mentes mediante el recurso sonoro de “Original Sound Track”.