martes, 24 de agosto de 2010

500 days of Summer: “Que le gusten las mismas cosas freak que te gustan a ti no quiere decir que sea la indicada”

Tremenda película. Me atrevo a decir que de lo mejor que vi el año pasado, y como coincidencia de la vida, pasaba por una época de conocer a una mujer especial y todas esas cosas que tanto nos gustan a nosotros, los hombres. Ella era amiga de una amiga, vivía en Antofagasta (y yo me encontraba en casa de mis papás en Antofagasta por aproximadamente un mes) y enganchamos inmediatamente. Cuando tenía la oportunidad salía con ella, íbamos a alguna parte, nos tomábamos algo, y conversábamos eternamente. Podíamos caminar por todo Antofagasta hablando nada más y fácilmente nos atrapaban altas horas de la madrugada sin darnos cuenta. Parecía ideal, teníamos mucho en común. Pero no.

500 days of Summer trata sobre la historia de Tom Hansen, un joven entusiasta de la arquitectura que se dedica a escribir tarjetas de saludo (las que uno compra para ocasiones especiales). En este trabajo conoce a la nueva interna, Summer, y de a poco se va enganchando con ella. Descubre que tienen gustos muy similares, escuchan la misma música, y disfrutan actividades en conjunto como nadie lo hace. Tom siente que está junto a la que será la mujer de su vida, pero se enfrenta a una gran barrera: Summer no quiere una relación estable. La película es un divertido y profundo análisis a su relación, a las lecturas de su comportamiento (me quedo con una de las conversaciones, en que él le pregunta cómo estuvo su fin de semana, a lo que ella responde “bieeen”, lo que éste interpreta como que estuvo teniendo sexo con este tipo que conoció en el gimnasio todo el fin de semana, bravo por la psicosis y las malas lecturas entre letras) y a cómo cambia la vida alrededor en un constante movimiento, sin importar cuanto queramos quedarnos estancados.

En cuanto a la historia y lo que pasó con esta chica a la que me refiero, cito a la hermana pequeña de Tom (y probablemente su más sabia consejera), la pequeña Rachel que dice “que le gusten las mismas cosas freak que te gustan a ti no quiere decir que sea la indicada”. Así nada más. Gracias por las conversaciones geniales, los paseos nocturnos y la compañía, pero al final eras Summer.

A ver como sale mi Autumn.


Más info sobre la película aquí

miércoles, 11 de agosto de 2010

El grito silencioso


El silencio de un efecto sonoro es un recurso muy utilizado en cine con el fin de enfatizar la expresión, en este caso: el grito.

La emocionalidad o énfasis emotivo se articula desde la ausencia. Vemos el grito a través de la imagen, podemos sentirlo, mas no oírlo. Entonces, ¿cómo nos llega la magnitud de su dolor? La magnitud del dolor es justamente la que ahoga el grito hasta dejarlo en silencio.

El sentimiento (dolor) se vuelve tan importante en la escena que al ejercer su dominio se ausenta. Está en todo cuanto compone la imagen y, aún así, no está materialmente ahí. Adquiere un carácter ideal. Y, como la razón indica, realidad e idealidad no son compatibles. Por lo tanto, se torna imposible de representar materialmente. Puede simbolizarse (en la expresión) pero no contenerse.

La pintura desde hace siglos es testigo de la lucha que promueve el arte entre realidad e idealidad. La imagen no es más que el residuo y resultado de esta lucha. El recurso de la ausencia de un elemento que se hace presente está en grandes obras del arte, como el grito desesperado de Münch. Puedes sentirlo, mas no oírlo, pero el grito está y alcanza cada pedazo del espectador. Lo mismo en el cine. Se contempla mucho más que las palabras y se percibe mucho más
que imágenes. Se reciben emociones, expresiones, sonidos, silencios; se siente.

Lo mismo hace Coppola al final de “El padrino, tercera parte”. Cuando Michael Corleone pierde a su hija en un atentado contra él, el dolor se vuelve tan intenso y profundo que lo supera materialmente, entonces, el grito de dolor sólo puede tomar forma en la ausencia: el silencio.

Cuando un autor habla de un “algo indescriptible”; habla de aquello sublime que lo supera y ni las palabras logran contener. Eso es una idealización. Eso es un grito ahogado. Que sólo logra “ser” en el silencio.

miércoles, 4 de agosto de 2010

“Con ánimo de amar: la forma de la ausencia”



Ausencia. Todo episodio de lenguaje que pone

en escena la ausencia del objeto amado –sean cuales

fueren la causa y la duración- y tiende a transformar

esta ausencia en prueba de abandono.

Roland Barthes, “Fragmento de un discurso amoroso”.

La ausencia se precipita rápidamente, se siente la soledad y sobre todo el peso de la noche, el peso de la sociedad, el peso de nosotros mismos. Esa es la evidencia que nos deja “Con ánimo de amar” del cineasta Wong Kar Wai.

La película comienza cuando un par de matrimonios se hacen vecinos, estos se mudan el mismo día a departamentos contiguos. Por un lado se encuentra el matrimonio del señor Chow, por el otro, el matrimonio de la señora Chan. El señor Chow y la señora Chan son los protagonistas de esta historia.

Los matrimonios de estos se viven en la ausencia. La señora Chan siempre se encuentra sola por los largos viajes de su marido, y el señor Chow igualmente está sólo. La ausencia de sus parejas los hacen vivir en la soledad, en las comidas compradas para uno, en el no tener con quién compartir el último momento del día al volver a casa luego del trabajo. Es aquí donde se conocen los protagonistas y donde gestan su relación a base de conversaciones producidas por la necesidad de compartir. Entre conversación y conversación se dan cuenta del engaño de sus cónyuges que mantienen una relación de amantes entre ellos, y los protagonistas intentan revivir cómo fueron engañados.

Es la ausencia de los seres amados lo que provoca esta relación, se reúnen para conversar de su falta, de la falta de sus parejas, del engaño que sufren. Ellos son los que se quedan, los que esperan, los que imaginan cómo son las cosas. La carencia se hace visible en el engaño, en el sentir del abandono en que se encuentran, en vivir una vida que no es de ellos pensando en el engaño.

Nos encontramos con la pura visualidad de una historia, lo que vemos es lo que es. La forma de la ausencia se hace presente. No es el relato el que nos sitúa en la historia de los que se quedaron, en esa espera y en esa carencia, si no que es la visualidad.

Wong Kar Wai no estima en la profundización del diálogo, quiere reencontrarse con la provocación de la mirada, de leer la imagen para comprender la historia. Su relevancia se encuentra en los espacios, en el ambiente, es decir, en el contexto visual que genera para completar a los personajes. En esa estética de los sesentas mezclada con ese carácter chino se produce la forma de la ausencia, la forma de quienes no están, el engaño y el intento por vivir sin el peso de ellos mismos, puesto que la soledad los conlleva a encontrarse con una realidad que no quiere ser vista, pero que es evidente.

Los protagonistas se reúnen para conversar lo mismo, lo que interesa es lo furtivo de sus encuentros, y cómo este cineasta se vale de la imagen para hacer que los espacios abiertos y públicos como las calles, se vuelvan lo más íntimo en la toma, se confabulan para cerrarse en la intimidad de los personajes. Esa intimidad es máxima en la melancolía de la imagen, cuando recuerdan entre ellos la ausencia de sus parejas y cuando esta se transforma ya no en la melancolía de esos otros, si no en la melancolía por la separación entre la señora Chan y el señor Chow.

El paso del tiempo en esa soledad acompañada que viven los protagonistas se desarrolla visualmente, vemos el correr del reloj, vemos los cambios de escena en los mismos espacios y en la misma ambientación, pero con diferentes vestuarios. Más allá de los diálogos, que por cierto son muy concisos pero muy bien conformados, Wong Kar Wai nos da la necesidad de apreciar los momentos secuenciales del paso del tiempo, no hay tiempo silente pues nos dice todo a través de la puesta en escena. La musicalidad de estas secuencias plasma el proceso lento de la melancolía, de la soledad.

Sin duda, es un deleite visual. La riqueza de las texturas de los espacios, de las sensaciones táctiles que nos da la imagen, como el querer tocar el humo del cigarrillo tantas veces fumado, tantas veces pensado. Es donde nos encontramos con la forma presente de lo ausente, no es necesario decir mucho, no es necesario murmurar millones de palabras, simplemente hay que observar, sentir y escuchar la imagen.

En fin ¿Cuál es el peso de la ausencia? ¿Cómo puede llevarse ese peso si eso no está? …para eso queda la sensación del que quedo en el abandono, la melancolía, queda el recuerdo, el regreso de lo que fue, la repetición de la imagen, queda la transformación de lo que no está, queda el ánimo de amar.


Información sobre la película aquí